EL CURRÍCULO OCULTO EN LA EDUCACIÓN
Artículo publicado por Prof. Rubén Flores Díaz; profesor de la Especialidad de Lengua y Literatura; con estudios de post grado en Psicopedagogía y Diseño Curricular
Rodeado en el principio de oscuridad, ignorante respecto a todo; temeroso de todo lo que le rodeaba, el ser humano le fue perdiendo miedo a las cosas en cuanto empezó a razonar. Antes de razonar, el hombre se encerró en las explicaciones mágicas y esotéricas. Eduardo del Río. Filosofía para principiantes.
Para entender los procesos de desarrollo por los que ha pasado y viene pasando la humanidad, en más de una ocasión, se ha recurrido a la analogía del desarrollo humano; es decir, los inicios que se conoce a la humanidad como tal, es equiparable a la niñez; correspondiéndole una concepción elemental del mundo. Y es que la comprensión del mundo dependía de lo que podíamos ver a simple vista; y aquello que resultaba inexplicable dio origen a creencias de todo tipo; e incluso usado para dominar o tener ascendencia sobre otros –léase individuos o grupos de ellos-. Y la educación parece haber sido el mejor vehículo para lograr estos propósitos.
Según los entendidos, la humanidad ya pasó su etapa infantil, ingresando ahora a una etapa de convulsión, comparable a la de la adolescencia, tal cual; etapa de rebeldía y de cuestionamientos a las normas y a todo aquello que le suponga una intromisión a una forma cada vez más autónoma de ver y asumir las cosas; y es, por tanto, una etapa propicia para que pueda, por sí misma, descubrir la verdad que le fue ocultada por tanto tiempo; siempre con el asesoramiento pertinente: en la escuela, el maestro; aunque en casa, el adulto no lo garantice igualmente, ya que fue educado con los mismos modelos, que hoy cuestionamos.
En la actualidad se viene presentando una oportunidad en las escuelas latinoamericanas, ya que están apostando por un currículo por capacidades, que puede ser un vehículo interesante para lograr que nuestros/as alumnos/as desarrollen su capacidad de análisis que los lleve a la reflexión en el marco de un enfoque socio-crítico, sobre todo en el Nivel Secundaria; aunque nuestra currícula esté plagada de contenidos que resultan obstáculos para la reflexión y el análisis serios; pero aún así se puede alcanzar importantes logros que garanticen que nuestros educandos puedan tener la capacidad de dirimir, elegir y de cuestionar por sí solos y no mediados por intereses externos que por mucho tiempo han preferido dejarnos en las riberas de la fe y en los dominios de los mitos y creencias; pero esto dependerá del rol que asuma el maestro desde su “parcela” educativa que le fue confiada.
Aunque a los estados les conviene más que en las escuelas se enseñe y se divague en las ensoñaciones de las creencias antes que en la base de ideas, por razones que no es motivo de nuestro presente análisis, y entonces las currículas deben estar orientadas en ese propósito. Corresponde a los maestros asumir la delicada tarea en su rol como educador y entender el acto educativo como un acto de responsabilidad social que le fue confiado por la sociedad.
Como lo advirtiera Fernando Savater (en su artículo “Contra la ignorancia programada”): “Frente a los constantes lamentos sobre el fracaso escolar y el aumento de la efectiva ignorancia entre los alumnos, presentados como disfunciones del sistema, se pregunta: ¿y si tales carencias fuesen en realidad logros de una agenda no explícita, empeñada en conseguir una sustancial reducción de la inteligencia crítica”, es decir, de la “aptitud fundamental del hombre para comprender a un tiempo el mundo que le ha tocado vivir y a partir de qué condiciones la rebelión contra ese mundo no se convierte en una necesidad moral?” Y continúa, advirtiendo sobre los intereses subalternos como “la ideología del capitalismo globalizado que quiere maximizar beneficios y minimizar la voluntad cívica. Para perpetuar y prolongar sus instrumentos tecnológicos le basta con formar una élite de privilegiados que reciban en centros privados (y selectivamente caros) una formación científica a la altura de los tiempos, debidamente exigente y disciplinada. Para los demás, basta con urdir un espacio de entretenimientos y juegos, abierto a la cháchara de los buenos sentimientos, en el que los profesores dejen de ser sujetos de saber y se conviertan en animadores de indefinidos debates…, algo semejante a un gran parque de atracciones escolar.”
Por otro lado, estamos, según Toffler, viviendo en la tercera ola, etapa que se caracteriza por el predominio de la información; pero más allá de esta afirmación y lo que presupone la misma: no es la nación el grupo o el individuo que tienen la información, el o los que tienen el poder, si no aquéllos que, teniéndola, son capaces de recrearla, analizarla e interpretarla.
Por ello nos corresponde hacer un análisis serio de lo que contiene nuestra currícula, y apostar más por el desarrollo de capacidades antes que un desarrollo contenidista; asumiendo que éstos no son sino el medio por los cuales se logrará el desarrollo de las capacidades; además, considerar que los contenidos no corresponden a verdades absolutas, y que lo es cierto hoy, dejará de serlo mañana; por lo que resultan, en cierta medida, irrelevantes, y más aún en esta sociedad del conocimiento, que demanda de individuos que, no sólo tengan acceso a la información sino que sepan –correspondientemente- analizarla.
Como decía Manuel Gonzáles Prada: “…Y todos, desde niños hasta viejos tenemos hambre de verdades” al hacer una crítica a los preceptos, normas y buenos oficios en el uso prolijo que hacían del lenguaje los literatos contemporáneos de entonces; y que en ese lirismo proyectaban una ilusa visión de la sociedad peruana, tan lejos de las preocupaciones reales en las que se desangraba el país. Y es así que, aunque sean propósitos plausibles los que se propugnan con estos nuevos modelos educativos, lo cierto es que hay que tener especial reparo en la intención de los mismos y asumir como corresponde nuestra cuota de intervención en estos procesos.